miércoles, 9 de septiembre de 2009

Diario de un paquete en el camino

Domingo 30 de Agosto de 2009

Madrid/Santiago de Compostela 600 km

Lo cierto es que este primer día ha tenido poco de caminante, peregrino o senderista, pero bueno, como primera toma de contacto con mi camino ha estado bien. Calor, tengo sensación de mucho calor, casi agobio, ha hecho un sol de justicia y la temperatura muy alta todo el día.

Parece mentira que en el tiempo que mañana recorreré cuatro o cinco kilómetros hoy haya hecho 600, ¡ que cosas¡, parece mágico.
A las diez y media de la mañana estaba en el aeropuerto de Santiago gracias a un agradable vuelo. El día lo he pasado tranquilamente paseando por las pequeñas calles de Santiago, imaginando como vivían, como andaban por ahí en la edad media sus habitantes y como lo hacemos ahora. Visitando la catedral, observando a los emocionados peregrinos que llegan a su destino, a su meta. Que caras de alegría, de satisfacción de haber conseguido un reto después de mucho esfuerzo, sacrificio y también alegrías. He pasado un buen rato ahí entre ellos y me ha gustado mucho.

Tengo una sensación extraña como de nerviosismo, estoy pelín acelerado me falta un punto de serenidad. No estoy acostumbrado a estar solo y mucho menos a viajar solo y me noto raro. Escribo desde la habitación de una austera pero a su vez limpia pensión pegadita a la Catedral. Tengo ganas de empezar a caminar. Estoy un poco como un gato enjaulado ¡¡ que empiece la caminata ¡¡. Son las Diez y media y voy a ver si duermo que mañana quiero madrugar.

…. Te echo de menos……

Lunes 31 de Agosto de 2009

Santiago de Compostela /Negreira 23 km
Aunque no he dormido mucho, supongo que si he descansado lo suficiente como para empezar a caminar. Despierto a las seis cuarenta y cinco, ducha y preparativos de la mochila. Primeros pasos por las todavía desiertas y oscuras calles del centro de Santiago y cruzo la plaza del Obradoiro donde veo algún madrugador peregrino. Desayuno mi descafeinado con tostadas de pan y aceite y …. a caminar…
Los primeros metros son todavía recorridos con la luz de las farolas, pero enseguida salgo del casco y es la luz natural la que empieza a despuntar e iluminar los frondosos caminos que dejan la ciudad atrás. Me gusta lo que veo, caminos estrechos entre montañas, árboles, mucha vegetación. La luminosidad del día resalta el verde de los campos ¡ que caseríos¡ ¡ que Pazos¡ ¡ que fincas, que bien se vive por aquí es la sensación que tengo al ver el campo tan bonito, al ver esos huertos tan bien cuidados dentro de sus casas. Sensación de serenidad.
Tras serpentear, subir y bajar por caminos y veredas, después de cruzar algún bonito puente y muchas aldeas o pueblecitos, después de más de cuatro horas caminando, llego a Negreira, primer alto en el camino. Por suerte llego al albergue y tengo catre y ducha,¡ que alegría más grande¡ La hospitalera me rellena mi credencial, con mis datos y después de acomodarme me recomienda un sitio para comer, Aunque tengo que andar un par de km para llegar al pueblo no me importa, todavía estoy entero¡¡ y que sitio¡¡ ¡ que lujo¡ judías verdes finísimas, riquísimas, me las imagino hace un rato en uno de esos huertos, y de pronto ahí en mi plato, de segundo costillar a la brasa, también muy rico, no pude con todo, una estrella de Galicia y un vino blanco de ribeiro que me dejan como un longines, clok clok clok.

A descansar un ratito en el albergue y ahora a media tarde escribo este…¿ diario?....sentado en una silla en una tarde agradable de temperatura, estoy en la calle, fuera del albergue y tengo unas bonitas vistas. Tomaré algo de fruta y alguna cosita para cenar y a intentar dormir que mañana tengo una larga caminata de más de 30 kilómetros. Se prevén lluvias, bueno así ando más fresquito…¡¡¡ Hasta mañana ¡¡¡¡


Martes 1 de Septiembre de 2009-09-08

Negreira/ Olveiroa 33 km

Lo cierto es que tengo pocas ganas de escribir, pero resumiré la larga etapa de hoy. Comencé a caminar antes de salir el sol, y gracias a la linterna ( ¡¡que útil ¡¡) he dado los primeros pasos bajo la luna. No quería madrugar tanto, porque no quería perderme nada del camino, quería ver todo con luz, pero todo el mundo se levanta muy pronto y para no dormir, pues decido levantarme también. Tiene su gracia andar bajo la luz de la luna.

Me arrime a un grupo de cuatro peregrinos para ir acompañado esos primeros kilómetros. Lo cierto es que con la luz de las linternillas de cada uno se veía más o menos bien. Empieza a llover, parada, acomodo de fundas y chubasqueros y p’a lante, luego resulto ser una tormentilla pasajera, nada serio. Rápidamente llegan los primeros rallos de sol que no veas como se agradecen. Hacemos una parada en un bar para tomar algo y reponer vaselina en mis pies. Mis compañeros salen por delante, pero yo decido quedarme un poco más a tomar un café y descansar un ratillo más, además prefería ir ya solo. A partir de ahí, hago el resto de etapa en solitario saludando algún peregrino que me voy encontrando pero sigo adelante. Disfruto mucho del buen día que se quedó, el paisaje sigue siendo muy bonito.

A partir del kilómetro 20 me empieza a doler la parte baja de la tibia, mal rollo, dolorcillo, molestia, dolor, pero sigo andando, solo me detengo para hacer mi segunda parada a reponer vaselina y descansar unos minutos. Llego al albergue de Olveiroa en torno a las 13 horas después de poco más de siete horas de caminata, cansadillo, pero fundamentalmente mosca con el dolor. Mucho estiramiento, pomada, gel, alcohol de romero masajito, así paso muchos ratos de la tarde. He salido a dar un paseo y me molesta bastante. Confío que mañana cuando entre en calor me deje caminar.

Son las 19,20horas escribo sentado en una piedra en la calle, la temperatura es ideal, tarde muy agradable. ¡Ah¡ hoy he vuelto a comer fenomenal, soy un tipo con suerte. ¡¡ que lentejitas estofadas oiga ¡¡……. Os echo de menos…..

Jueves 3 de Septiembre de 2009-09-08

Ayer Miércoles 2 de Septiembre no me apetecía mucho escribir, era la etapa Olveiroa /Fisterra 33 km. Me salté mi diario de ruta, pero ya lo retomo hoy con más ganas y contando la jornada anterior y la de hoy.


A partir de las seis de la mañana, toca diana. Los móviles hacen de despertador y rápidamente empiezan a sonar con lo cual no necesitas tu poner el tuyo, te levantas a la hora que te plazca. Cada uno empieza con su ritual de recogida de bártulos, preparativos de la mochila, aseo, preparación de de pies con vaselinas y esparadrapos. Es todo un ritual. Y aun sin luz cada cual con su linternita se va manejando. Mola. En mi caso a las 6,30h estoy listo y preparado para una larga y dura jornada.

A pocos minutos del albergue hay un bar abierto y aprovecho para desayunar un descafeinado de máquina con leche y pan tostado, en el morral llevaba una pieza de fruta para más tarde. Pocos minutos antes de las 7 con noche cerrada y estrellada comienzo a caminar. Hoy solo, con mi linternita. Rápidamente me doy cuenta que el dolor sigue ahí pero no quiero llamarlo por su nombre, lo disfrazo pensando que es tan solo una molestia, que cuando lleve unos kilómetros mejorará, intentando pensar en positivo y no pensar en el dolor, pero ahí está, lo noto en cada paso que son cada vez más lentos y cortos, veo que apenas avanzo.

La noche está clara puedo observar muchas estrellas, veo el famoso osito que no se como se llama y me gusta. Empiezo a subir un monte y oigo el ruido de un gran río a mi izda. Me acuerdo de los ciegos y entiendo que sin vista se agudizan los otros sentidos y puedo casi ver ese río, gracias al ruido, a la humedad, al ambiente. El pueblo se va quedando atrás a lo lejos se queda el aullido de los perros, supongo, pero parecen auténticos lobos. Me gusta. Es una sensación rara, no llega a ser miedo, pero si te sientes un poco pequeño ante tanta naturaleza, montañas, caminos, agua corriendo, humedad, paso a paso, poco a poco, si no fuera por el dolor del pie… siento que voy venciendo ese gran respeto por no llamarlo canguelo por la naturaleza, por lo desconocido. Estar ahí solo, bajo las estrellas, mi linternita y mi bastón ayudándome en cada paso. Mola, aunque da cosilla.

Pronto empieza amanecer. Como se agradece. Ya no los primeros rallos, si no esa primera luminosidad que llega antes de ver el sol. Y sigo paso a paso con dolor. Empiezo a pensar en un plan B. No me gusta como pinta el temita. Empiezan a pasarme peregrinos que han salido después que yo. Llego a un pueblo que se llama Hospital y veo que he tardado el doble de tiempo que el día anterior para hacer el mismo número de kilómetros, pufff, mal rollo. Voy a intentarlo un poco más, venga va, hago la primera parada y veo que tengo el pié hinchado, descanso un poco, me tomo mi pieza de fruta, agua y adelante. Cruzo una carretera y me meto de nuevo en el campo, en un largo camino. Me siguen pasando peregrinos, jóvenes, viejos, gordos, flacos, hasta uno que iba el chanclas el mamonazo, si chanclas como las que yo llevaba para la ducha, el andandito y ahí, tan telendo. Y yo con mis zapas de trail, y mi camisetita de maratoniano… ainnnnsssss que cosas.

Que gran lección de humildad. Menos mal que uno es paquete y está acostumbrado a que le pasen por la derecha y por la izquierda, porque alguien con mucho orgullo lo hubiera pasado mal, pero mal. Todo el mundo muy solidario, preguntándome, parándose un rato con migo. Un chaval incluso quería llevarme la mochila. Pero bueno al final ellos siguen y tu te vas quedando ahí, despacito, paso a paso, o mejor dicho, pasito a pasito.

A media mañana eché cuentas y vi que a ese ritmo, a ese pedazo de ritmo pecadollll que llevaba podía llegar a Fisterre sobre las 9 de la noche, cuando en principio tenía previsto llegar sobre las 2 de la tarde. Eso no podía ser, el dolor en aumento, me empezaba a quedar frío, amenazaba lluvia. Se acabo. En el próximo pueblo pillo el bus. El próximo pueblo era Cee, ya en la costa, precioso, desde arriba en la montaña se ve el grandioso mar y abajo al fondo el pueblito, donde deseaba llegar cuanto antes. Los últimos kilómetros se me hicieron eternos, además en una importante bajada que el dolor se agudizaba. Poco antes de las dos, llego a las calles de Cee, me tomo un acuarius en el primer bar que veo y pregunto por la estación de bus. Tarde 7 horas encaminar la mitad de la etapa, unos 16 km. Se acabo la caminata, pero no mi camino ni mi viaje.

En 20 minutos llegue a Fisterra en bus que maravilla chacho, que bien si va ya casi sin dolor, aunque me noto el pie roto, hinchado, dolorido. Me pierdo la parte más atractiva de la etapa, cuando ya con la vista llegas a ver el faro de Fisterra, pero las circunstancias mandan. Volveré, volveremos.

Begoña, la hospitalera del albergue me recibe con una sonrisa. Le cuento mi aventura y me dice que no me preocupe que allí tengo catre para esa noche. En teoría solo tienes alojamiento si llegas andando, pero me dice que bastante hice con llegar a Cee y que como fui sincero y le conté que llegue en bus, allí dormiré. Me toma los datos y me rellena una credencial por haber hecho el camino Fisterra, Costa de la Morte. Muy maja si señora, todo un detalle para alguien que llega mal, roto y con un pie como una bota.

Y a partir de ahí, pues hacer turismo. Ducha reponedora y a comer. Veo justo al cruzar la calle un restaurante con muy buena pinta y mejores vistas. Allí que me acomodo, no estaba yo como para andar mucho más. Un pescado de la zona exquisito (no recuerdo el nombre) pero si la amabilidad de los camareros, suministrándome hielo para mi pié y quitándome las raspitas de aquel pez tan rico.

La tarde se cerró en agua desde muy pronto. Descanso, hielo, pomadita. Me acerque a la subasta de pescado en la lonja y tomé una coca cola con patatas fritas viendo como llovía que me supo a gloria….te echo de menos….

Fisterra es el final del camino para la mayoría de los peregrinos y en el albergue había un ambiente especialmente alegre. Algunos comparten muchos días de caminatas y vivencias, buenas malas y regulares, eso hace dar lo mejor de uno mismo y se notaba que era su día de fiesta. No me apetecía mucho participar porque yo solo había estado tres días y además no terminé con muy buen pié, pero disfrute viendo sus caras de satisfacción y empapándome del ambiente.

Hoy, como decía antes, hacer turismo. El faro está a poco más de tres kilómetros del pueblo con lo cual un amable taxista me ha subido allí después de desayunar en una terraza con bonitas vistas al mar mi desayuno preferido. Descafeinado y pan tostado con aceite…ummmmm….¡que alegría más grande¡

El faro de Fisterra es un sitio especial, tiene magia tiene algo. Personas de todo el mundo llegan allí, llegamos allí. Cada uno por sus motivos y algunos con mucho esfuerzo. Es un sitio muy salvaje. Muy bonito, lleno de agua, roca, cielo, montaña, mar todo muy unido a lo grande. Mola. He subido tempranito, había muy poca gente y he disfrutado mucho del paisaje, del inmenso mar, del fin del mundo. Al principio los grises predominaban en el cielo y el mar, pero el sol ha salido a ratos para dar luminosidad al día, y ver la vida de colores.

Me he acercado a ver el museo del pescador y aprender alguna curiosidad de cómo se pescaba antiguamente, y he comido unas sardinas espectaculares y unos mejillones al vapor que tenían el mar dentro. Buenísimos.

Hoy tenía previsto haber hecho la cuarta etapa de Fisterra a Muxía, bueno, en lugar de cuatro han salido tres, así son las circunstancias. Tengo excusa para volver.

En la vida vamos rodando y rodando como una moneda de canto. La moneda cae a un lado u otro, unas veces de cara otras de cruz. Yo presumo, que desde que nací, mi moneda casi siempre cae de cara, del lado bueno. Pero el canto es muy fino y puede caer de un lado a otro de igual forma y en cualquier aspecto de la vida. Insisto, casi siempre salió cara, por un día que cambió y salió cruz no me voy a enfadar, además el plan B tampoco lo estoy pasando mal…. La moneda sigue rodando y confío que siga la buena suerte, pero hay que estar preparado porque el canto es muy fino…

Ahora descanso desde la habitación del Albergue privado- La Paz- Saldré a tomar algo y mañana de regreso a Santiago.

Son las seis de la tarde, aquí con la pata en alto, tan agustito…


Viernes 4 de Septiembre de 2009

Fisterra/Santiago/Madrid

El día de hoy, no contaba como caminata, pero sí formaba parte de mi camino. He desayunado prontito en Fisterra y a las 9,30 he cogido el bus dirección Santiago. El viaje se me ha hecho largo, más de tres horas y media de curvas y subir y bajar bordeando los bonitos pueblos costeros, pero para ir en bus muy pesado. Para en muchos pueblos y se hace muy pesado.

Poco después de las 13 horas estaba de nuevo en Santiago. He comprado algún regalo de recuerdo, y me he pegado el gustazo de comerme un bocadillo de chorizo ibérico, una cerveza, un plátano y un pedazo de tarta, sentado en la misma plaza del Obradoiro . Un tímido y confortable sol, me ha acompañado y la Catedral también como testigo, que por cierto, digo yo que se les fué un poco la mano a los que la diseñaron. Pelín ostentosa si les ha quedado. Muy rococo. Algo más sencillito no hubiera esta mal.

Total, que se acaba mi camino, se termina este viaje, esta pequeña aventurilla de un locuelo soñador. Ha sido una experiencia positiva. He conocido el ambiente del peregrino, ese punto hypii, la vida en los albergues, el compañerismo, la austeridad, ese dar lo mejor de uno mismo, la amabilidad de las hospitaleras y los gallegos. He disfrutado de los caminos y he sufrido en ellos, pero mereció la pena, de los Pazos, del sol, del aire limpio, de las estrellas y la luna. ¡¡ de la noche¡¡ del ruido del agua al fluir por los ríos, de las montañas , del inmenso mar. Del ribeiro, de la estrella de Galicia, de su gastronomía …. De la vida…. Me gustó Galicia.

Son las 6 de la tarde del Viernes 4 de Septiembre de 2.009. Escribo desde el Parador Hostal Reyes Católicos de Santiago de Compostela. Descafeinado de máquina, dos pastas,(una que guardo p’a mi churri) un bombón y vaso de agua: 2,15 Euros, y un ibuprofeno que pongo yo para la inflamación de mi pie, que ya no me acordaba.

En un ratito salgo para el aeropuerto y espero esta noche dormir en casa y abrazar a los míos, fué lo que más eche de menos cada día.

Ilusionados saludos.

Album de fotos