
A ver si soy capaz de definirlo. Me gusta el típico día gris de Diciembre, sin Sol, con mucho frío, incluso esa bruma que no llega a ser niebla pero no deja asomar ni un rallo.
Disfruto mucho un día con esa sensación climatológica acercándome al centro de Madrid. Esos días los clásicos edificios de la Gran Vía toman un tono un tanto grisáceo también que se funden con el del asfalto y el cielo plomizo. Esos días los abrigos son la prenda estrella y los tonos menos coloridos. Mola mazo. Ese paseito por la calle Preciados, ese fluir de turistas enfrascados en sus compras sin mirar más arriba del primer piso donde están los locales comerciales, y perdiéndose el tono gris. Me mola observarlos. Esa tajada de bacalao en Casa Labra. Paseito por la Plaza Mayor, Ese vinillo en la Plaza la Cebada, esos Recuerdos de la C/ del Almendro donde trabajé en mis años mozos. El decimito de lotería en la C/ del Carmen, y vuelta a Callao.
Cada año, cuesta más encontrar estos días grises en Diciembre, el puñetero anticiclón ese que nos muestran todos los días en el telediario, no deja que lleguen los días grises de Navidad. Lo espero con ganas, cuando llegue, cuando haga mi paseo rutinario por el Madrid de los Austrias, para mí, empezara la Navidad.